jueves, 21 de febrero de 2013

HISTORIA DE LA VELA DE CORO. CARLOS GOZALEZ BATISTA



                      HISTORIA DESCONOCIDA DE LA VELA 

La única Historia de La Vela que yo había leído la encontré en un folleto que escribió el Profesor Tute Lovera, allí se señala que según la tradición de vieja data debe su nombre La Vela, a que siendo vecina a de la ciudad de Coro y por donde se temían los ataques de los corsarios y piratas, al salir los marinos a patrullar la costas decían: "vamos a la vela", es decir, izar las velas de los barcos o hacerse a la mar en sus veleros. Igualmente cuenta la tradición que fue fundado el pueblo por los Reverendos Frailes Camero de Reyes y Partidas Pachano de Domínguez el 23 de enero de 1528. 
Al toparme con el libro escrito por el historiador y profesor Carlos González Batista, me llamó la atención que el rigor histórico científico por él tratado en su libro acerca de La Vela y su entorno no estuviera llegando a los docente del Municipio Colina y mucho menos al alumnado, razón por la cual me pareció pertinente solicitarle al Historiador Batista, me autorizara para publicar en un Blogs parte de su trabajo, con el fin de que este pudiera ser conocido  por la sociedad colinense y coriana en general, requerimiento que aceptó gustosamente. 
Por supuesto que el nombre de La Vela no está relacionado con izar las velas de los barcos como afirma el Profesor Lovera sino que se refiere al acto de vigilar o velar. Los españoles tenían varios puntos de vigilancia en la costa que denominaban vigilia. Por las reseñas históricas se sabe que en la Boca del Rio había una vigilia y también había otra en La Guadalupe cerca de Taima Taima. 
Llama la atención que los personajes mencionado por el Profesor Lovera no se mencionan en el escrito del Profesor. Carlos Batista 
Hernán Blanco

FUNDACION DE LA VELA Y EL PROCESO DE FORTIFICACIÓN DE LA COSTA CORIANA
Autor. Carlos González Batista
Fragmento. 
Vemos cómo comienzos del siglo XVIII La Vela existía como sitio de vigilancia y lugar de embarque y desembarque, pero no como hecho urbano, el cual no se constituiría hasta las postrimerías siglo XVIII. Un informe fechado el 26 de Abril de 1813 nos habla del papel crucial jugado en tal proceso por el sacerdote y doctor D. Nicolás de Talavera. Una representación suscrita entonces por catorce vecinos de aquel puerto nos informa que el padre Talavera, además de ser uno de vecinos más antiguos del lugar, "ha sido el clave flexible de una organización fundamental, advitrando [sic] quantos medios heran conducentes hasta conseguir (qual admiramos ) el fomento de esta numerosa población, que no ha Veinte años estaba como los desiertos de Thebayda"(16).
En 1770 se menciona a D. José de los Ríos ejerciendo la función de "Cabo" del Puerto, esto es, la máxima autoridad del lugar designada por el cabildo coriano. Existía como parece haberla habido siempre, una casa donde se refugiaba la guardia indígena dirigida también por su propio cabo. Era la "Casa Guardia de este puerto Real de la Vela" (17). Habría por aquellos años alguna que otra choza o enramada, donde se aposentaban los carpinteros de ribera y calafates, así como para cobijar temporalmente los efectos de comercio, más para entonces, nada erigido con afanes de permanencia.
La fundación de La Vela sólo se explica en el marco de la renovación económica propugnada por el rey Carlos III, y dentro de ese vasto programa, por dos hechos que signaron el devenir económico de Venezuela; la creación de la Intendencia y la libertad de comercio. La Intendencia, como veremos, tendrá un papel decisivo en la fundación de ésta nueva población. Entre las tareas de la Intendencia real creada en.1776, estaban las de fomento socio-económico, y es en esta vertiente funcional dónde se inscribe la conformación del pueblo que, finalmente, vino a sustanciar el hecho portuario.
A partir de 1772 Coro va a adquirir importancia para la hacienda pública española, al erigirse en capital de uno de los departamentos de la Real Hacienda, en que estaba dividida la provincia de Venezuela, departamento al cual quedaron supeditadas las cajas reales de Trujillo y Carora. Como es sabido, ese rango fue respetado por la Intendencia. En 1780 el intendente Avalos autorizó a Coro para exportar a Curazao por el Puerto Real de La Vela, hasta diez mil pesos en efectos comerciales, importando por la misma vía, víveres, pertrechos de .guerra y "algunos generoz" (18). No olvidemos que la guerra con Inglaterra, declarada en 1779, obligaba a medidas de excepción, algunas de las cuales, como la reseñada, impulsó el tráfico portuario; todo ello prepararía el terreno para los decretos de 1781.
En el documento señalado, permitiendo el comercio con Curazao, se volvió a recordar la indefensión portuaria, al señalar que por “el ningún resguardo del Puerto Real de esta ciudad no aporta embarcación española (..) por el riesgo de enemigos que justamente temen, por la anteriores ejemplares a sacarse las embarcaciones los Yngleses” (19) Referíase a la embarcaciones enemigas que por sorpresa o acto de fuerza manifiesta, cortaban las amarras y arrastraban fuera. Las embarcaciones surtas en el Puerto.
Todo parece indicar que desde 1780 a 1800, y salvo breves intervalos, el comercio con las “colonia amigas” como se designaba a Curazao y las Antillas Francesa, fue regular y creciente. De manera que esta apertura portuaria orquestada por el talento y la eficacia del intendente Avalos, consagraría la existencia del pueblo; de hecho la orden de erigir una aduana en el sitio (que antes no había existido) nos habla de esa intención de permanencia
El 21 de Agosto de 1781 el administrador de la Real Audiencia de Coro D. José de Navarrete, se dirigió al teniente de gobernador de la ciudad y juez subdelegado de intendencia, pidiendo copia de los oficios que “ con la solemnidad necesaria presento, y pido se me debuelban, dirigido por el Tribunal de Intendencia para la construcción de un fortín y casa Aduana en el Puerto de La Vela, y también de las cantidades consumidas en ellas” (20) Acto seguido en teniente D. José de Bidegain proveyó lo solicitado. El documento deja entrever que para entonces se construía la Aduana, que debe ser, sin duda, la llamada aduana “vieja”, sustituida por otra edificación menos deleznable, hacia 1797
Tal vez esos oficios recogían además el permiso para erigir legalmente la nueva población, pues sabemos que la orden fue dada aquel mismo año, “en obsequio de la población de casas y solares que en el referido puerto se han permitido y repartido con subordinación al Ylustre Ayuntamiento de esta dicha Ciudad, como perteneciente a sus propios“ (21). Al vender D. Basilio López en 1815 una casa a D. Nicolás Estrada, con su solar, manifiesta haberlo obtenido en “el año de mil Setecientos Ochenta y dos, cuando se inisió esta población por el Ylustre cavildo” López quería señalar tal vez que la casa vendida había sido construida en 1782, no que la disposición de fundar La Vela fuese de aquel año, pues todos los testigos, que fueron D. Miguel Añez, D. Agustín de Medina y Pedro Cárdenas, parecen haber estado contestes que el pueblo de La Vela se había fundado en 1781(22). El testigo Medina, avecindado en el Puerto en 1782, había encontrado al llegar, la casa que motivara el documento.
La orden, dada por la Intendencia, fue acatada por el Cabildo, presidido por D. José de Navarrete, quien al efecto comisionó a D. Basilio López, a quien ya hemos citado. López, acompañado por el alarife municipal, el peritísimo constructor Domingo Vital Gámez procedió al reparto de solares y al reordenamiento del escuálido vecindario allí existente para aquel momento. Este reordenamiento aparece referido por Vital Gámez, once años más tarde, en 1792, al decir que le había costado "travaxo al declarante fingir unas callejuelas para el uso público" (23). La nueva población seria el lógico complemento de la aduana y el fortín autorizados por la Intendencia, todo ello respondía a un claro programa urbanístico.
La conformación del pueblo en el lugar seria decisiva, a nuestro juicio, para el arranque de un plan más efectivo en la defensa de la vecina ciudad de Coro. Muy poco hubieran servido los fortines que a la larga se construirían sin una población de respaldo. Era en realidad una relación de apoyo mutuo, que redundaba en la consolidación militar de aquel punto defensivo. Sobre el papel de la Intendencia en todo ello, no creo puedan ofrecerse dudas, toda vez que el fomento de las nuevas poblaciones ocupaban lugar prominente en las instrucciones recibidas de las Corona por el nuevo intendente (24).
Figuras cruciales en la consolidación de La Vela como pueblo fueron el padre D Nicolás de Talavera y el ya mencionado Basilio López de Puga, su primer guardamayor, al menos, como ya hemos dicho, en su etapa urbana quien presidió el reparto de solares. También fue D. Basilio uno de sus primeros vecinos. Junto a él actuó el presbítero y doctor don Nicolás de Talavera, tío político de anterior, ya que D. Basilio casaría con Dª Mercedes Talavera Garcés en 1787. D, Nicolás de Talavera había sido catedrático en la universidad caraqueña, fue él quien impetró ante el diocesano de Mérida el permiso para erigir ermita en aquella " Thebayda", siendo su primer capellán (25). A sus expensas se construyó el cementerio con su correspondiente oratorio, "Obra tan necesaria como útil a la Salud pública". También cedió una de las casas que poseía en el pueblo para que sirviera de sede a la escuela pública, encargándose además de pagar al maestro (26). Para 1794 se registra en La Vela algunas pulperías, billares, fondas, (“pensiones") y tabernas. No eran infrecuentes los litigios entre vecinos por cuestiones de linderos, y algún que otro hecho de sangre; para los infractores se había dispuesto un cepo frente a la aduana vieja. Las personas allí establecidas pagaban anualmente al Ayuntamiento, cuatro reales por cada solar; la cancelación del piso al municipio era obligatoria en razón de haberse fundado La Vela en los ejidos de Coro, tal como había ocurrido con el pueblo de Baraíved en Paraguaná, o como ocurriría un poco más tarde con el Puerto de Cumarebo, también incipiente en las postrimerías del siglo XVIII.
En conclusión, se puede asegurar por testimonios documentales que no existía pueblo, jurídicamente reconocido como tal, en el Puerto Real de La Vela, antes de 1781. El plano de 1794, que publicáramos hace algunos años (.27), revela el rápido crecimiento de su vecindario, agrupado en diecisiete manzanas rectangulares dispuestas en sentido noreste-suroeste paralelo a la costa. El trazado actual deriva de aquella imposición de un orden sobre el crecimiento espontáneo previo a la acción del alarife Vital Gámez. .
El suministro de agua quedaba asegurado, no tanto por el río, cuya desembocadura no estaba junto al pueblo, sino por un jagüey o manantial, de cuya calidad nada sabemos, y que aparece en los documentos como el "jagüey común" y que seguramente había permitido desde siempre saciar la sed a los guardianes del puerto, Este jagüey estaba próximo a la iglesia y en el seno de una pequeña quebrada, conocida como la " quebradita del jagüey, que no debe confundirse con otra quebrada, algo mayor, que por tal circunstancia recibía el nombre de "Quebrada grande", también vecina a la iglesia, por lo que asimismo recibía el nombre de quebrada " de la Yglesia