Autor: Hernan Blanco
Para enterarse de algo que se desea saber sólo hay que preguntar. La gente suele decir que preguntando se llega lejos o que nada se pierde con preguntar. A mí me ha dado muy buenos resultado, andar por allí preguntando cosas, debido a mi curiosidad por conocer esas anécdotas y esos saberes ocultos inconscientemente en la memoria del pueblo. Es así como se aprende y se conoce lo que no se sabe
Un día conversando con Roque y Roberto Higuera,
sabiendo que sus su padre y sus abuelos habían vivido en el camino de Paraguaná
les hice la siguiente pregunta ¿Que saben ustedes de las Ánimas de Guasare? La
respuesta no se hizo esperar, Roque me respondió, que él sabía una historia de
dichas ánimas que nada tenia que ver con la versión de Eudes Nava y que una de
ellas tenía nombre y apellido, y que la misma estaba relacionada con una
familia del barrio de apellido Alvarado, incluso, me dio el nombre de la
persona que podía ponerme al tanto de esa información. Ese planteamiento llamó
mi atención y me quede pensando en la posibilidad de conversar con esa persona.
El tiempo paso, unos cinco o seis meses quizás y cuando parecía que todo estaba
olvidado, el día 8 de febrero a las cuatro de la tarde, me encontré con la
persona que me había recomendado que hablara se trataba de Urbano Alvarado en
el sector los “ Tres Platos” Inmediatamente lo aborde comunicándole lo que
había conversado con los hermanos Higuera y le manifesté que tenía interés en
conocer la información que presuntamente él conocía, sobre el protagonismo de
algún familiar suyo con respecto a leyenda de las Ánimas de Guasare. Así de
pronto estábamos acordando una cita para vernos en algún sitio, pero fue tal mi
insistencia que logré persuadirlo para que me comentara lo que sabía acerca de
esa historia y así fue como logré tomar notas y grabar cuanto el sabía del
asunto
¿Cuando me iba a imaginar que estos amigos
pudieran ponerme tras la pista de una información que aportaría nuevos y muy
originales elementos a la leyenda de las Ánimas de Guasare?
Antes que el libro del Poeta Eudes Navas saliera
a la luz pública con los elementos descriptivos y narrativos del hecho conocido
como las Ánimas de Guasare, sólo se conocía obviamente una leyenda que iba de
boca en boca. Es el poeta con su prosa el que plasma y le da cuerpo literal a
aquel decir popular que se había convertido en una manifestación religiosa y
cultural de todos los falconianos y que trascendió más allá de la frontera
regional
Hacer este comentario es necesario en justicia
de quien primero escribió sobre la materia. A partir de esta referencia otros
se lanzaron a escribir, comentar y hacer videos del hecho, sin agregar nada
nuevo o distinto a lo que hubiese dicho el poeta
Esta es la historia que protagonizaron los
hermanos Francisco, Constantino y Manuel Alvarado, y que dio origen a la
leyenda de Las Ánimas de Guasare
Todo comenzó un día cualquiera del año 1912,
cuando tres hermanos oriundos de Maurache, (Buena Vista), se dispusieron a
realizar la aventura de atravesar a pie el desierto peninsular, para dirigirse
a Coro en busca de trabajo, en virtud de que la ausencia de lluvia en el año
anterior había ocasionado un serio problema relacionado con la falta de
alimentos y agua, lo cual trajo como consecuencia un brote de enfermedades,
sobre todo en los más vulnerables. En las trojas de las familias pobres no había
nada de nada para enfrentar Siempre el paraguanero se sustentaba económicamente
con el producto de las abundantes cosechas propias de cada año, sólo que esta
vez no sólo no se pudo sembrar sino que además se estaban muriendo los
animales. Esta fue la razón del éxodo de estas familias pobres en busca de una
mejor calidad de vida, fuera del suelo peninsular y que se convirtió en leyenda
posteriormente
El penoso recorrido que comenzó en Buena Vista
con destino a Coro, se convirtió en tragedia en el sitio conocido como Guasare,
cuando uno de los tres hermanos que comenzaron la travesía de la muerte,
llamado Manuel Alvarado, fallece en la orilla del camino, en una
punta del Golfete, al Este de donde hoy se encuentra la capilla de las Ánimas
de Guasare. Los dos hermanos sobrevivientes dejan el cuerpo de Manuel acomodado
a la orilla del camino y continúan en busca de auxilio, ya que se encontraban
bastante cerca de Coro, sin saber que antes de llegar a la ciudad se
encontrarían con la casa de Manuel Felipe Higuera y Francisca Loaiza, que
habitaban en Los Guayacanes. Es al Señor Manuel Felipe a quien le cuentan lo
sucedido, y le piden el favor para que los ayude a enterrarlo. Este los
acompaña hasta el sitio, donde proceden a enterrar el cadáver.
Los dos hermanos después de agradecer a Manuel
Felipe la solidaridad, siguieron camino, pero con mucha pena por la pérdida del
hermano querido. El rumbo que estos muchachos llevaban era el camino de la
serranía, donde presumían encontrar trabajo y comida. Después de varios días de
camino los hermanos fueron a detener su marcha por las inmediaciones de Cabure.
Cuando la noche estaba cayendo encuentran un sitio donde había un grupo de
personas muy alegres que estaban asando una ternera. En esa reunión fueron
invitados a pasar y les ofrecen de la abundante comida que había en aquel
banquete. En ese momento los hermanos al ver tanta comida se echaron a llorar
pensando en las penurias por las que estarían pasando su madre y sus hermanos.
Allí manifestaron su tragedia y su necesidad de trabajo. Les responden que la
situación no estaba muy buena, pero que harían algo para ayudarlos. A los días
siguientes les hacen una oferta de empleo para sacar una madera de un fundo y
llevarla para un trapiche. Una vez concluido el compromiso le pagaron a cada
uno 7 bolívares a razón de tres reales por día. Francisco le pidió a
Constantino regresara a Buena Vista a llevarle a su mamá el dinero que habían
obtenido, a lo que este respondió, que él a Paraguaná no volvía ni
siquiera con mil bolívares. Francisco regresó, pero Constantino se adentró más
hacia la serranía al punto de que nunca más supieron de él. En esta familia se
cree que Constantino debió seguir hacia Barquisimeto.
Para esta familia nunca hubo dudas de que en ese
sitio estaba enterrado Manuel. Fue el propio Francisco el que puso la cruz en
el sitio pues se trataba de su hermano. Esa es la razón por la cual en todo ese
camino donde muchos restos humanos se encontraban dispersos, uno sólo estaba
identificado con la cruz. Otras de las ánimas que presuntamente estaban en el
mismo lugar, según le contaron a Urbano correspondían a una dama y hombre que a
caballo procedían de La Vela, los cuales fueron encontrados muertos muy cercano
del sitio. Esa es la razón por la cual la tradición habla de tres personas
fallecidas en el sitio de Guasare. Cuenta Jovita que su tía Polo y su prima
siempre estuvieron pendiente de esta tradición familiar de venerar el Anima de
Manuel que tenía 18 años cuando murió en ese lugar. También cuenta Jovita que
su papa Chico, como le decían a Francisco, cuando iba a Paraguaná tenía por
costumbre saludar a su hermano con un ¡Adiós Manuel!
Según Monche Higuera, Hermano de Roque y
Roberto, el tramo del camino hasta Tacuato es un cementerio. Él conoció muchos
sitios donde las osamenta se encontraban a flor de tierra, incluso, en una
ocasión estando de cacería con unos familiares, seguían a una iguana que se les
metió en un tunal, a la cual le entraron a fuerza de machete, encontrándose con
la sorpresa de unas extremidades humanas. En otro sitio encontraron un cráneo y
una larga cabellera. Es decir que había para escoger en ese camino osamenta.
Ahora Bien El señor Francisco Alvarado señaló el
sitio donde su hermano había fallecido y fue él que cuidaba y mantenía las
cosas que señalaban el lugar. Este pequeño túmulo estaba compuesto de unas
latas de aceite comestible unas piedras y ramas por alrededor. En ese lugar
donde Francisco veneraba la memoria de su hermano fallecido jamás hubo osamenta
sobre la superficie. Un día cualquiera aparecieron unos huesos en el sitios,
por supuesto de Manuél no eran, es posible que para dar mayor veracidad a la
tradición alguien llevara huesos humanos de otro sitio, que como hemos dicho
hay bastante regados por el cuello peninsular, lo cual permitía especular, que
los restos de Manuél Alvarado. Los restos del difunto la familia Alvarado
veneró como una de las ánimas de Guasare, aún pudiera estar en el sitio donde
comenzó el culto a las milagrosas Ánimas, y no donde ahora se encuentra en la
capilla, a donde fueron llevados los restos humanos que allí habían sido
depositados posteriormente ara la comodidad de los devotos y para explotarla
comercialmente.
Miembros de la familia Alvarado testigos de las
anécdotas de Chico Alvarado, su hija Jovita y sus Nietos Cosme y Francisco.
Solo quienes pudieron haber tenido un
sentimiento de afecto por la persona de Manuél, "Anima de Guasare"
tenían razones para comentar entre la familia el significado de aquel hecho que
hubo de sucederle a un miembro de su grupo familiar
¿Pero cuál es la causa de la fama de las ánimas?
En primer lugar la devoción cristiana a las Benditas almas del Purgatorio. En
segundo lugar la identificación de la cruz, lo cual quiere decir que tenía
dolientes, este signo de la fe obligaba a los caminantes a persignarse y a
encomendarse para el buen viaje o solicitar algún favor. En tercer lugar que los
restos estaban en el camino. Porque restos humanos hay diseminados por toda esa
geografía. Si en algún sitio hubo restos humanos como arroz fue en Coduto,
donde perdiera la vida el más famoso personaje caído en esa llanura, el Ilustre
Prócer de nuestra Independencia el Coronel Juan Garcés, héroe de Junín y
Ayacucho, quien cae combatiendo contra Juan Crisóstomo Falcón. Si a alguien se
le hubiera ocurrido hacer un parapeto y prenderle una vela a tan Ilustre
Prócer, no habría ánima más famosa que esta en toda la Península. Ironía de la
vida. En cuarto lugar los obreros de Obras Públicas que construyeron la
carretera de caliche por donde habría de pasar el nuevo medio de transporte,
que dejaría atrás a los arreos de burros que frecuentaban esta ruta. Estos obreros
comenzaron la difusión masiva de las ánimas ya que en el sitio había un médano
que obstruía la vía, por lo que siempre estaba destacado en el sitio una
pequeña cuadrilla de trabajadores haciendo mantenimiento. Por supuesto que
cuando se estaba trabajando en el sitio la marcha era más lenta para los
transeúntes, circunstancia que aprovechaban los obreros para promocionar a las
ánimas pidiendo colaboración. De esta forma el lugar se convierte en el
preferido de los obreros, cuestión que representaba un problema para el caporal
supervisor a la hora de distribuir el personal. En cierta forma estos obreros
eran celadores de los bienes de las ánimas, estaban pendientes de la limosna
que las personas dejaban allí. Fue así como las animas se convirtieron en el Banco
de los Trabajadores de Guasare, por cuanto algunos de estos obreros en momentos
de estreches económicas solían tomar dinero prestado de la limosna, el cual
reponían posteriormente. Era tal la honestidad de la gente de entonces, que
nadie osaba tocar la limosna que allí se depositaba. Pero tenía que llegar el
día en que un choro desalmado cometiera el primer atraco contra las buenas
ánimas del camino, quedando así descapitalizado el banco de los trabajadores.
Desde entonces no pararon las profanaciones contra el túmulo. En quito lugar
los pescadores, que antes de entrar al mar siempre se agachaban para hacer sus
ruegos y prender una velita. Mi padre, Lorenzo Tellería, pescador de toda la
vida por esos lugares, cuando se iba de faena con su amigo Eduvigido, estaba
muy pendiente de la vela para las ánimas. No detenerse a saludar a las ánimas,
era señal de mal augurio en la pesca. Por lo tanto jamás omitían la parada.
Una anécdota que recuerdan familiares de estos
obreros es la siguiente: sucedió un día, que la cuadrilla decidió echar un
camarón dejando un centinela para que avisara cuando se aproximara el caporal,
pero éste también cayó en los brazos de Morfeo. Mayúscula sorpresa se llevaron
cuando las propias ánimas según ellos, los despertaron con un estruendoso
regaño. ¡Buenos es que no se van a levantar, ya viene la gente!
Teodoro
Higuera
En este sitio trabajaron Lourdes y Teodoro
Higuera, José Velázquez, Justiniano Loaiza, Ángel Dávila, Catalino Veroes, un
tal Vallecito y otro señor apodado Tano, entre muchos otros
En 1912 llego a Coro, el primer vehículo, para
el General Jurado, primera autoridad del
Estado
Cuando ya creía haber terminado Roberto Higuera
me sugirió que hablara con Juan Hurtado, porque él tenía la impresión de que Juan conocía alguna información que pudiera interesarme. No estaba equivocado,
Juan tenía muy buena información que comunicarme. Juan es un personaje que
conozco muy bien, por cuanto le hice varias entrevistas para escribir la reseña
de El Pantano
Cuando fui a visitarle para preguntarle sobre lo
que pudiera conocer sobre las ánimas, la primera pregunta que le hice fue, si
sabía la historia de los hermanos Alvarado, me confirmo que ciertamente
esa historia se comentaba. Entre otras cosas me contó lo siguiente. El túmulo de
las ánimas era en principio una casucha de madera en cuyo interior tenía una
lata, de aquellas en la que se envasaba el kerosén. En esta lata encendían los
viajeros sus velas. El primer túmulo de Cemento lo hizo el mismo
Juan, a solicitud de Sigilfredo Crasto, conductor devoto de las ánimas que
distribuía la Cerveza Caracas en Coro y Punto Fijo. Juan también sabe algo de
la historia de estos lugares ya que vivió en Cararapita más allá de Cararapa
con su papá Bernal Hurtado. Donde tenían una pequeña posada. En ese camino de Paraguaná
tenían animales Emilio Ramírez, Teo Borregales, y Gregorio Marrero.
También vivían en ese callejón peninsular, Primitivo Castillo, Ramón Díaz y
Amalia Nebrus, Rodolfo Fuguet, María Rivero, Bartolo Reyes, Julio Rivero, Ramón
Mora, Tomás Blanco y Manuela Padilla, Leonor Cumare entre otros. En
esas posadas se vendía un plato de comida por un real.
Juan Hurtado
El telégrafo de El Faro que menciona Eudes Nava
no estaba en el balcón de Jurado, este funcionaba en una casa que estaba en la
punta de abajo en la Salina, y el telegrafista era mi Abuelo José Isabel Blanco
Fuente. Un general de montonera nacido en El Sombrero Estado Guárico. Mi abuelo
fue telegrafista en San Luis y en el Estado Zulia, en Los Puertos de
Altagracia. En El Faro, siendo mi abuelo funcionario del gobierno tuvo un
encuentro cordial con Rafael Simón Urbina, cuando este iba a embarcase en
Adicora para hacer la toma de Curazao. Mi abuelo amablemente le ofreció comida
y este le agradeció la atención y el buen trato. Cuando posteriormente llegaron
las autoridades preguntando si Urbina había pasado por allí, mi abuelo negó
haberlo visto
Probablemente para el año 12 mis abuelos ya
estaban viviendo en El Faro. En 1915 nació el hijo mayor de mi abuela Rosalía,
Francisco Tellería. En la casa de El Faro también hacían posada muchos
viajeros. Esto me lo comentó mi abuela Rosa Tellería
Es necesario aclarar que Paraguaná siempre
estuvo habitada, primero por los Caquetíos y después por los españoles, lo cual
quiere decir que ese recorrido era normal que lo hicieran permanentemente. Los
Caquetíos hacían este recorrido a pie pero desde la llegada de los españoles el
desplazamiento fue a lomo de burro o mula o caballo, dependiendo del estatus
social. Digo esto por que quienes hablan o han escrito sobre el asunto intentan
hacer creer que los paraguaneros salieron en estampida motivado a la ausencia
de lluvia. Eso realmente no es verdad. Muchos paraguaneros siguieron haciendo su
recorrido de lo más normal. El intercambio comercial no se iba a detener por un
año de sequía. Los arreos de los comerciantes no iban a detenerse cuando más
necesidad había de abastecer la zona de alimentos. Es obvio que a estos
suministros solo tenían acceso las familias pudientes de la península. En todo
caso los que pudieron haber muerto fue gente de escasos recursos que por no
tomar previsiones se aventuraron a hacer un recorrido bastante largo y muy
despiadado por el intenso sol que había que soportar, los cuales fueron víctimas
más que del hambre y la sed, fue por la insolación, cansancio, o por alguna
patología. Es importante tener en cuenta que en ese camino siempre hubo posadas
y que los arreos de burro llevaban agua a esos sitios, también habían unos
cuantos jagüeyes, cuya agua era perfectamente tolerada por el organismo humanos
por su baja concentración de sal. De hecho los burros son capaces de hacer sus
hoyos para sacar agua de esta, y no se mueren por beber de ella. En cada uno de
esos sitios había un jagüey como hemos dicho. Juan, Me comentó que el agua
menos salobre era la de Cararapa. Incluso me comentó que él mismo había hecho
su jaguey en el camino, el cual utilizó muchas veces para llenar su pimpina
cuando iba por esos caminos. A este respecto la tecnología satelital del
presente nos permite comprender el porqué de la existencia de esa agua
semidulce en el camino
En esta foto del satélite puede observase que el
golfete no es tan hondo como se cree por cuanto se aprecia con bastante claridad
el lecho del mismo. Pero lo más interesante es apreciar que la direccionalidad
del cuello peninsular sigue en línea recta hacia la Represa El Isiro, y
obviamente hacia la Sierra de San Luis. Esta es una clara demostración que en
ese camino desde el tiempo de los aborígenes se sabía que había agua
Por esos lugares el gobierno tenía sus empleados
cuidando las Salina, además también podía encontrarse uno que otro pastor
cuidando sus animales. y algún pescador andaría por esos ancestrales sitios de
pesca. Es decir son casi cuatro siglos de histórica presencia del hombre
haciendo la vida en ese trayecto. Moruy Pueblo Nuevo, Santa Ana, los Taques,
Adícora estaban allí con su modesto desarrollo. ¿De dónde recibían provisiones
sino era la capital? Y por el único medio de trasporte que existían, los burros
y mulas, que eran los Jeep y los camiones de ahora, por los únicos caminos que
conocían los falconianos. ¿De que sirve fantasear con imágenes que son
contrarias a la naturaleza real de las cosas? Es verdad que el área era
inhóspita pero no totalmente deshabitada, es verdad que había necesidad y sed
pero no es verdad que alguien no tuviera un pedazo de cualquier cosa de comer o
de beber que no quisiera compartir. Si esos puntos estaban allí ¿porque alguien
tenía que morir de hambre o de sed si estas posadas no estaban muy distantes
unas de otras. La comida que más se vendía en estos sitio era pescado frito que
abundaba en Guasare y Médano Blanco. Un plato costaba un real. Para entonces
cualquier familia tenía su atarraya para sacar pescado del golfo donde abundaba
la peca.
Mi abuelo como empleado público tenía un sueldo
suficiente para tener comida en una despensa. Incluso, mi abuelo se daba el
lujo de tener en El Faro, agua dulce llevada en barriles desde Coro. Eusebio Amarante
primo de mi abuela Rosa a quien conocí en El Pantano 6 meses antes de su muerte
me confirmo esta información cuando comentó: “Mi mamá nos llevaba de Tacuato a
El Faro a visitar a la prima Rosa a beber agua dulce de vez en cuando”
Rosalía
Tellería
Mi abuela Rosa Tellería nació en Maitiruma. Se cree
que fue en el año 1901. Jamás salió de allá por hambre o por sed.
Emiliano Blanco
Antonio Gil Blanco, sobrino de mi abuelo
Emiliano Blanco, salía de madrugada de Los Pozos, Parroquia El Vínculo, montado
en su burro desde el Vínculo, hasta la calle Aurora a visitar la familia y
especialmente a ver a su Hija Adela Castro, que vivía con mi abuelo. En
ocasiones se regresaba el mismo día. Lo propio hacía mi abuelo cuando se iba a
sembrar en su conuco de Los Pozos. Un
amigo, me comentaba: Mi mamá nació en Paraguaná en el año 1906 y jamás mis
abuelos salieron de Paraguaná por hambre o sed. En otras palabras no es verdad
que había una estela de muertos de hambre tirados por los caminos de Paraguaná.
Toda la exageración de este acontecimiento del hambre salió del imaginario
popular
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